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1 de julio de 2024
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Policiales

Los secretos de «Yiya» Murano, a 10 años de la muerte de la «envenenadora de Montserrat»




Escenas del crimen


Los secretos de «Yiya» Murano, a 10 años de la muerte de la
«envenenadora de Montserrat»





Qué declararon sus amantes, el sospechoso frasquito que encontró un
portero del edificio, las masas envenenadas que nunca existieron y la
misteriosa libretita marrón.



Virginia Messi


Fotos del caso


El expediente de «Yiya» Murano, conocida como «La envenenadora de
Montserrat».


Siempre prolija, coqueta y segura de sí misma, la mañana del 24 de mayo
de 1979 María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano se sentó
frente al juez de Instrucción N° 20, Diego Peres, y su secretario, Juan
Carlos Rodríguez Basavilbaso. Apenas cuatro días antes había festejado
su cumpleaños número 49 tras las rejas.


«Yiya» -como le decían sus amigos y como la terminó conociendo toda la
Argentina- habló horas y horas en su declaración indagatoria. Siempre
sostuvo su inocencia. Para todo indicio o prueba en su contra dio una
explicación, por más incoherente que fuera.


Sin embargo, esa vez ante el juez Peres, en un momento, pareció
quebrarse.


«Está bien, voy a decir la verdad», dijo la mujer, que para ese entonces
ya era conocida como «La envenenadora de Montserrat». El juez y su
secretario contuvieron la respiración. Parecía inminente una confesión
de los homicidios de Nilda Adelina Gamba (64), Carmen Del Giorgio de
Venturini (64) y Lelia Formisano de Ayala (59). Pero no.


«La Murano» -como se la menciona en la causa judicial- alzó la vista e,
indicando el crucifijo que colgaba de la pared del despacho del juez,
sentenció: «Esa es mi única verdad».


Eso fue lo más cerca que estuvo «Yiya» Murano de reconocer oficialmente
que, entre el 11 de febrero y el 24 de marzo de 1979, había envenenado
con cianuro a sus tres amigas, una de las cuales, además, era su prima.


«Terminábamos todos agotados. Y ella imperturbable. Algo difícil de
olvidar cómo se plantaba en su indagatoria y en los careos. Era una
personalidad avasallante. Yo decidí que indagatoria y careos fueran
presenciados por dos psiquiatras forenses», le contó a Clarín Peres.


Ella siempre se dijo inocente y en algún momento hasta se la absolvió.
Su historia judicial dice que la detuvieron por primera vez el 30 de
abril de 1979, y aunque el juez Peres la procesó con prisión preventiva,
en 1982 un juez de sentencia la declaró inocente, por lo que recuperó la
libertad el 15 de junio de ese año.


Tres años estuvo «Yiya» en la calle. Finalmente el 16 de mayo de 1985 la
Sala III de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional dio
vuelta el fallo absolutorio y la condenó a prisión perpetua.


La sentencia firmada por los jueces José Massoni, Pablo Loumagne y Oscar
Ocampo (con Aníbal Ibarra como secretario) fue por los tres homicidios,
agravados por haber usado veneno, y también por el delito de estafas
reiteradas ya que los camaristas consideraron que Murano había engañado
a sus amigas sacándoles su dinero con la promesa de un rédito económico
que no existía.


La sentencia completa

Hacé click en cada hoja para ver en detalle












Así, «Yiya» volvió a la cárcel. Pero el llamado «2×1» le corrió a favor
y, al momento de la condena, los jueces consideraron que ya había
cumplido 4 años, 8 meses y 15 días de encierro. Finalmente «La Murano»
recuperó su libertad en 1993, luego de que el entonces presidente Carlos
Menem le conmutara la pena.


María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano murió sola,
internada en un geriátrico, el 26 abril de 2014, un mes antes de cumplir
los 84 años. Hace exactamente 10 años.


Su hijo Martín, que escribió un libro repudiándola, se enteró por
terceros que estaba en un nicho en el cementerio de la Chacarita.
Efectivamente allí, en la galería 18, en el nicho 21.406 ( cerca de la
capilla), están sus restos. Su foto más icónica, en blanco y negro,
ayuda a ubicarla.


Fotos del caso


Los restos de «Yiya» se encuentran en el nicho 21.406 del cementerio
de la Chacarita.


Siempre que pudo hacerlo, «Yiya» Murano se declaró inocente. Lo hizo en
los reportajes que cobraba por dar y que a veces conseguía recorriendo
redacciones. Lo repitió hasta en la mesa de Mirtha Legrand a la que fue
invitada y cayó con un paquete de masitas.


Las masitas se convirtieron en un símbolo de «Yiya». Se dijo hasta el
hartazgo que ella misma las preparaba con el veneno como ingrediente
secreto. Sin embargo, en los nueve cuerpos del expediente 7776/79 nada
señala particularmente a las masitas. Sí en cambio a los tés medicinales
que Murano les daba a sus amigas para mejorar su digestión. Esas
infusiones, por su amargor, pudieron haber disimulado el fuerte gusto
del cianuro.


Fotos del caso


Los nueve cuerpos del expediente por el que la mujer terminó
sentenciada a prisión perpetua.


Antes que nada, hay que tener en cuenta algo esencial para entender el
caso «Yiya»: las muertes de sus amigas Nilda Gamba y Lelia Formisano de
Ayala recién comenzaron a ser investigadas a partir del último de los
homicidios, el de Venturini. Por eso no pudieron rescatarse pruebas
clave.


Así lo recordó el juez Peres: «Los médicos sospecharon de la muerte de
la señora Venturini, por eso se inició la causa. Yo decidí pedir un
investigador de Homicidios de la Policía Federal y le dije que fuera al
edificio a ver qué encontraba. Él habló con un médico que vivía en el
lugar. ¿Sabe qué le dijo?: ‘Qué desgracia ¿vio? tres amigas muertas en
un lapso tan corto’. Ese fue el principio de todo, que siguió con las
exhumaciones».


Todos los increíbles detalles del caso están en el expediente, un tesoro
muy bien guardado en el archivo del Poder Judicial. La causa reserva más
de una sorpresa sobre un caso en el que se escribieron cientos de
crónicas periodísticas.


Clarín repasó sus nueve cuerpos (casi 2.000 páginas) donde se desgranan
desde complejas pericias químicas, hasta el testimonio de sus amantes,
su propia versión de los hechos y su libretita personal en la que
anotaba frases de San Agustín o Ernesto Cardenal, y que terminó siendo
una prueba de cargo.


Pericias psicológicas y familia


¿Cómo era «Yiya» Murano? ¿Cuál fue su historia familiar antes de
convertirse en «La envenenadora de Montserrat»?


En la causa N° 7779/79 hay tres informes reveladores: el de los
psiquiatras forenses, el de la trabajadora social que hizo el reporte
socioambiental y el de un perito convocado por su defensa. Todos aportan
al armado del rompecabezas.


«Personalidad polifacética en la que se destacan componentes histéricos,
paranoides y perversos. Posee peligrosidad social», dice el dictamen
firmado por cinco peritos forenses de la Corte en el que también se la
describe como «fabuladora, exquisitamente perceptiva de las personas y
las cosas que la rodean. Afectivamente fría e impulsiva. Sabe seducir.
Intenta dominar la situación con conductas seductoras y psicopáticas».


Fotos del caso

Fotos del caso


La ficha dactiloscópica de «Yiya» Murano y sus características
personales.


Y rematan: «Necesidad de poder y dominio. Afectividad egocéntrica y
narcisista. Frialdad emocional. Conflictiva psico sexual con indicadores
de perversión».


Semejante informe trató de ser compensado por el abogado defensor de
Murano, Mario Soaje Pinto, con un extenso análisis de un médico
psiquiatra de parte, el doctor Marcelo López Astrada, director de una
clínica especializada.


Lopez Astrada negó que «Yiya» fuera peligrosa para la sociedad y, como
una manera de encarar su diagnóstico, empezó por hacer un repaso de toda
la familia de la acusada, a la que el psiquiatra conocía de antes aunque
Murano no era su paciente.


Gracias a este médico nos enteramos que el padre de «Yiya» era militar
de carrera -al igual que su hermano-: teniente coronel al momento de los
crímenes. El papá se desempeñó como juez de Instrucción Militar hasta
que falleció por problemas cardíacos a los 57 años. A la madre, el
médico la describe como «dicharachera», «hiper sociable», dada a las
tareas samaritanas, «profesora de ciegos y maestra normal».


Empeñado en mostrar los orígenes de «Yiya» en su Corrientes natal, el
psiquiatra cuenta que su abuelo paterno fue un industrial que en esa
provincia (de donde proviene toda la familia) fundó el ferrocarril que
se llamó «El trencito Bolla». Él y su abuela tuvieron 13 hijos.


La familia materna no se quedó atrás: el abuelo de «Yiya», asegura el
psiquiatra, fundó el diario El Liberal. «Tipo político, rodeado de
políticos, tipo caudillo, ese sí que era un hombre» lo describe la mamá
de «Yiya».


Además de esos informes en la causa consta un examen socioambiental. Con
Yiya ya detenida, el 24 de julio de 1979 se elevó al juzgado de Peres el
reporte que básicamente relata una entrevista con Antonio Murano, esposo
de Yiya, en el departamento del matrimonio.


Fotos del caso


Antonio Murano y su hijo Martín, a la izquierda, en imágenes que
también figuran en la causa penal.


Fotos del caso


El hombre -apenas tres años mayor que su mujer- era abogado y tenía su
estudio en las avenidas Asamblea y La Plata (Boedo). De ahí su pasión
por San Lorenzo, club donde su hijo Martín (por entonces de 13 años)
practicaba deportes.


Según la asistente social Ana G. de Rudelli, la principal preocupación
de Antonio Murano era Martín y la manera que la exposición pública podía
afectarlo. Durante las dos horas que duró la entrevista, Murano fumó sin
parar y, aunque a veces se mostró sereno, otras no pudo evitar «accesos
de llanto».


Conmovido por el apoyo de vecinos y amigos, Murano describió a su mujer
con los ojos de un esposo fiel: «Activa, cuidadosa de su aspecto
personal, moderna, sociable, sensible al dolor ajeno, católica práctica,
perteneciente al Movimiento Familiar de la Parroquia de Montserrat».


Luego de escucharlo, la asistente social concluyó: «Aparentemente tiene
internalizada una buena imagen, excepto que haya construido una -negando
la verdadera- para protegerla en este momento».




El frasco misterioso
y la libretita marrón


La libretita marca «Éxito» cabe en una mano. Muchas de sus hojas fueron
arrancadas por el tiempo, pero lo esencial pudo ser conservado dentro de
un sobre en el último cuerpo de la causa. Es la «libretita» de «Yiya»,
de la que nunca se separaba y terminó siendo una prueba en su contra.


Fotos del caso


La libretita marrón marca «Éxito» en la que «Yiya» hacía anotaciones y
que fue una prueba en su contra.



«Ama y haz lo que quieras, porque si es el amor el que guía tu vida,
realizarás grandes empresas» (San Agustín). «Al perderte yo a ti, tú y
yo hemos perdido. Yo porque tú eras lo que más amaba y tú porque yo era
el que te amaba más. Pero de nosotros dos, tú pierdes mucho más porque
yo podré amar a otros como te amaba a ti, pero a ti no te amarán como te
amaba yo» (Ernesto Cardenal).


Estas dos frases escritas en irregular letra de imprenta figuran en la
libretita «Éxito» mezcladas con direcciones y números telefónicos. Y uno
de ellos fue clave para que los jueces la condenaran por el crimen de su
prima, Carmen Del Giorgio de Venturini.


Fotos del caso

Fotos del caso


Todo se relaciona con un frasquito que el portero del edificio donde
vivía la víctima declaró haber visto cuando, con «Yiya», entraron a su
departamento.


Según el portero, Murano lo tomó de arriba de la mesa y se lo metió en
la cartera alegando que el frasquito era suyo y se lo había olvidado.
Ella primero lo negó y luego lo admitió en parte: sostuvo que el
frasquito se le había caído de la cartera y el portero había visto mal.


«Usted tomó un frasquito que estaba encima de la mesa y dijo: este
remedio es mío», sostuvo en un careo el portero José González.


«Yiya» le contestó, dura: «González, la va a pagar… habla disparates».

¿Qué tiene que ver la libretita con esto?


Sencillo: en su indagatoria, «Yiya» Murano dijo que había entrado al
departamento de su prima -luego de que ésta cayera de las escaleras al
palier del edificio- con el único objetivo de buscar el teléfono de la
hija de Venturini, Diana, y así poder avisarle lo que había pasado.


Pero lo cierto es que el número de teléfono de Diana estaba claramente
anotado en la libretita que siempre llevaba consigo (según sus propias
palabras).


Fotos del caso


La página del anotador en el que aparece el número de teléfono de
Diana, hija de Carmen Del Giorgio de Venturini, una de las víctimas.


La declaración de sus amantes


Siempre se dijo que «Yiya» le era infiel a su marido. Y en el expediente
declararon dos de sus amantes. Ambos dieron detalles de su personalidad
y negaron que ellos estuvieran dispuestos a levantar las deudas que la
mujer había contraído con sus amigas, aunque sí le daban dinero.


Héctor Julio Cantón contó que había conocido a «Yiya» en 1952 cuando era
médico a bordo de los barcos de una empresa marítima local. Se habían
visto durante un viaje que ella había hecho a Corrientes. La amistad
inicial se tornó en romance, pero la relación se enfrió y dejaron de
verse.


Según Cantón, en 1965 «Yiya» lo llamó y recomenzaron la relación. Fue
cuando Martín- el hijo de los Murano- tenía unos dos años.
«Prácticamente pasé a integrar la familia. No sé si el señor Murano
conocía o no lo que pasaba entre su esposo y yo».


Cantón describe una «Yiya» distinta al resto: «Es una mujer muy
insegura, muy temerosa. Tiene miedo irracional a los perros y a los
gatos, a la soledad, a la oscuridad. Era muy creyente de todas las
personas que dijeran tener algún tipo de videncia o anticipación del
porvenir».


En cuanto a las deudas, el médico también aportó algo: «En los últimos
tiempos, la señora Murano le manifestó padecer algunos problemas
económicos, no le dio detalles, sólo habló de algunos ‘pagarecitos’ que
tenía que levantar y no tenía dinero para ello».


Cantón sostuvo que dos o tres veces le dio dinero para ayudarla con esas
deudas. Pero ni él ni otro hombre al que frecuentaba le habían dicho que
levantarían todas las deudas que tenía, ya que el monto era mucho.


«‘Yiya’ es una mujer que de una mentira hace una hermosa realidad. Es
capaz de cambiar con facilidad las palabras», dijo este segundo amante
al que ella le pedía dinero alegando que estaba enferma de cáncer. «En
los últimos tiempos me pedía dinero y estaba muy nerviosa. Lo pedía con
desesperación», declaró el testigo.


«Yiya» había convencido a sus amigas que tenía un método y contactos
para invertir dinero y sacar grandes ganancias.


Eran los ’70, época de la llamada «plata dulce» y es probable que, como
en las estafas piramidales, haciendo un poco de bicicleta financiera
lograra convencerlas, en un principio, para invertir finalmente
cantidades más fuertes. Eso terminó por acorralarla.


Las víctimas

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Para los jueces que la condenaron a perpetua, Murano mató porque estaba
a punto de quedar como una estafadora (delito por la que también se la
sentenció) y no lo hubiera soportado.

Ahora, una pregunta final: ¿Puso el veneno en masitas?


La verdad es que nunca pudo saberse, en gran parte porque cuando los
homicidios de Gamba y Formisano comenzaron a ser investigados ya habían
pasado varios meses de las muertes.


La presencia de cianuro se logró comprobar por complejas pericias
químicas. Pero la manera en la que «Yiya» las envenenó sigue en el
misterio.


¿Fue con un té que el portero vio sobre la mesa en la casa de Venturini,
además del famoso frasquito?


¿Fue con la infusión de hierbas que «Yiya» le aconsejaba tomar a su
amiga Formisano?


¿Fue con la factura de crema que los testigos recordaron ver a medio
comer en la casa la casa de Gamba?


Nunca se supo y nunca se sabrá. Y en este punto la historia de María de
las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano sigue con final abierto.




Fuente Oficial