Desde Bruselas.- “Es política bilateral”, contestan casi ofuscados en Bruselas cada vez que se los consulta por el choque entre Javier Milei y Pedro Sánchez.
La pelea entre los mandatarios de Argentina y España que escaló a su punto más alto con la retirada de la embajadora española, María Jesús Alonso, saca sonrisas incómodas en las oficinas de la Unión Europea, pero casi al unísono los funcionarios del Servicio Europeo de Acción Exterior le bajan el tono.
Repiten como mantra que la política exterior es prerrogativa de los Estados miembro y ningún impacto debería tener en la relación argentina con el bloque… “Eso sí, España puede contar su versión ante el Consejo de Europa”, deslizan. Sin embargo los rumores de que Sánchez llevaría el asunto ante el Comité de Representantes Permanentes de la Unión Europea, que se celebra esta semana en Bruselas, finalmente fueron desmentidos a Infobae.
En la Unión Europea lo que hay es prudencia y mucha incertidumbre porque en menos de 10 días las elecciones para eurodiputados pueden dar un giro hacia la derecha en el bloque. De hecho en esa clave se analiza el enfrentamiento entre Sánchez y Milei. El español busca polarizar con la derecha de su país, y la disputa con el presidente libertario le calza como un guante.
Cuando se consulta sobre las opiniones de Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, contestan que son “declaraciones políticas” y que “los políticos argumentan mucho” pero que eso no cambia la posición exterior de Europa como bloque.
Borrell, también ex canciller del PSOE de España, sí se metió en la disputa, pero en el Servicio Europeo de Acción Exterior hacen la chanza de que opinó “en calidad de argentino” (tiene la doble nacionalidad). “La libertad política, la prosperidad, la cohesión social basada en la redistribución fiscal y el respeto en el debate público son pilares de la UE. Los ataques contra familiares de líderes políticos no tienen lugar en nuestra cultura: los condenamos y rechazamos, especialmente cuando provienen de socios”, escribió en X días atrás.
En cuanto a Milei en sí, en los pasillos de Bruselas todos hacen una pausa antes de opinar del presidente argentino. Cada vez que se pregunta por él, los ojos de los interlocutores se abren, los hombros se levantan y la expresión de alerta copa los rostros… “No vamos a juzgar su discurso, sino sus hechos y más allá de lo radical de sus dichos, seguimos trabajando como siempre”, afirman.
Aseguran que desde que asumió el presidente argentino no se evidenció ningún impacto negativo en las relaciones, y que se sigue fortaleciendo el lazo. “Nuestra alianza es con el pueblo argentino y vemos un compromiso en consolidar las relaciones a nivel multilateral y en el plano del Mercosur”.
Todos destacan el trabajo “profesional” de la diplomacia argentina y lo separan totalmente de la faceta mediática de Milei.
“Business as usual (todo sigue igual)”, dicen, vuelven a levantar los hombros y renace la sonrisa incómoda.
Claro que no ven con agrado las críticas al modelo europeo global -lo que llaman cultura- y el doble discurso desconcierta, pero por ahora prima la precaución.
“Después de las elecciones habrá muchas intenciones de lograr el acuerdo”, afirmó Olof Gill, vocero de Comercio y Agricultura de la Unión Europea a un grupo de periodistas entre los que estuvo Infobae.
El funcionario del bloque analizó que la situación geopolítica cambió mucho desde 2019, cuando se firmó el acuerdo que luego se frustró por las reservas medioambientales del presidente francés Emmanuel Macron. “Las cosas cambiaron con el COVID, con la guerra en Ucrania… Ahora este acuerdo cobra mucho más sentido”, explicó.
De hecho, en el grupo de los que ven al escenario mundial como revitalizador del posible acuerdo muchos incluso incluyen a Francia, uno de los socios más conflictivos a la hora de negociar.
Sin embargo, todavía hay muchos desafíos para alcanzar el acuerdo y las sensibilidades en torno a la agricultura siguen existiendo, pero creen que después de las elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán del 6 al 9 de junio, habrá muchas intenciones de lograr el acuerdo.
Esperar puede significar ejercitar la paciencia hasta el año próximo porque el nuevo Parlamento es el que decide la composición de la Comisión Europea. “Nos gustaría que fuera en julio, pero pueden pasar muchas cosas en las elecciones. Y hay muchas chances de que muchos partidos por fuera del tradicional centro ganen, entonces eso puede demorar”. Y agregó: “Ya sabemos qué pasa en los países del Mercosur, ahora lo desconocido está aquí, en Europa”.
Lo que no dice el vocero pero sí se palpa es que hay muchas chances de que el Parlamento dé un giro a la derecha y, entonces, las prioridades podrían cambiar. Sin embargo, lo que sí afirman los funcionarios es que hay mucho trabajo técnico que ya se hizo y que se sigue haciendo: si hay voluntad política, asumen que se podrá avanzar.
En este terreno, en Bruselas ven al nuevo gobierno de Javier Milei como con clara voluntad para alcanzar el acuerdo. Uruguay siempre fue el país más favorable junto con Paraguay, pero ahora, en los últimos años, las exigencias de reforestación europea puso a los paraguayos en pie de batalla. Y, claro, sigue la ardua negociación para coincidir con Brasil, que es el más exigente.
En el Servicio Exterior Europeo todos remarcan la importancia del potencial acuerdo -”sería el más grande del mundo”, se entusiasman- pero nadie se anima a ponerle una fecha. Entre risas, contestan que habría que tener la bola de cristal para saberlo.
“El acuerdo fortalece nuestros lazos políticos y económicos, refuerza nuestra cooperación para hacer frente a los retos mundiales, como el cambio climático, y ayuda a ambas partes a acelerar sus respectivas transiciones ecológica y digital”, afirmó Gill.
La relación entre la Unión Europea y el Mercosur ha sido una danza compleja y a veces conflictiva, que empezó con grandes promesas y ha pasado por innumerables negociaciones. Todo comenzó en 1995, cuando ambos bloques firmaron en Madrid el Acuerdo Marco Interregional de Cooperación, un hito histórico al ser el primer acuerdo entre dos uniones aduaneras.
Pero desde el principio, el capítulo agrícola se destacó como el más conflictivo de las negociaciones. Las diferencias en las políticas agrícolas y las expectativas sobre el acceso a los mercados se convirtieron en obstáculos significativos. El Mercosur, una región con una fuerte producción agrícola, buscaba mayores concesiones para sus productos en el mercado europeo, lo cual generó tensiones y desacuerdos recurrentes.
A lo largo del proceso, ambas partes han exigido concesiones previas para mejorar sus ofertas en áreas clave. Para el Mercosur, el acceso al mercado agrícola europeo es fundamental, mientras que la UE busca mayores oportunidades de negocio para sus empresas de servicios y finanzas en el Cono Sur. Este tira y afloja ha sido una constante en las negociaciones, complicando la posibilidad de llegar a un acuerdo definitivo.
Finalmente, en 2019, los bloques lograron en Buenos Aires, tras 20 años de negociaciones, un principio de acuerdo de libre comercio para un mercado de casi 800 millones de personas. Sin embargo, su ratificación se ha visto bloqueada por el veto de varios países europeos, entre ellos Francia, que exige garantías en términos medioambientales y de seguridad alimentaria. Este bloqueo ha impedido la implementación del acuerdo y abrió una nueva negociación.
“Hay espacio para lograrlo”, repiten en Bruselas. En este escenario, las negociaciones siguen abiertas.