Después de ganarle a Central en el Monumental hace exactamente un mes, Martín Demichelis destacaba la resiliencia de su River para revertir un resultado. Resaltaba, el deté, lo difícil que es recuperarse de un palazo en un momento determinante. Y en esa línea, destacaba que muchas veces cuando al equipo le toca abrir el partido “puede administrar las formas de otro modo”.
Paradójicamente, lo que le viene ocurriendo a su equipo en 2024 es algo completamente inverso: por sexta vez en el año no logró sostener una ventaja. El 2-2 ante Nacional en Montevideo estuvo viciado por el papelón de Anderson Daronco en la conducción.
Sin embargo, no deja de alarmar la facilidad con la que River -citando palabras de su capitán Franco Armani– se “durmió”, pagando por los pequeños detalles. Y la sencillez con la que lo superaron de atropellada por cierta fragilidad de carácter que ya se había visto en el Kempes, frente a Boca.
Acaso una situación que el entrenador y los dirigentes tendrán que contemplar al momento de proyectar este mercado, oportuno para intentar corregir el déficit. Una ventana que muy probablemente tenga como anzuelo emotivo el regreso de un campeón del mundo –Germán Pezzella– y que podría catapultar a Luciano Rodríguez como la frutilla del postre.
Una ventaja para aprovechar
Quizás las alarmas que sonaron ante estos tropiezos lleven a rever el listado de refuerzos, sumando en él a futbolistas con un corte de caudillo, más temperamentales, para compensar las pérdidas del último receso. Y no dejarse avasallar ante las circunstancias más complejas.
Referentes del corte de Enzo Pérez o Nicolás de la Cruz con un pedigrí diferente, con una impronta para imponerse ante los contextos adversos. Y que a excepción del propio Armani, Nacho Fernández, un Paulo Díaz cada vez más caudillo y un Miguel Borja acostumbrado al roce internacional, no abundan en el staff.
Un River que aspira a ser candidato en la Copa Libertadores, rezó el subtexto de las declaraciones del Pulpo, debe fortalecer el mentón para encarar un torneo tan competitivo que acostumbra a ofrecer escenarios de partido pirotécnicos, mucho más emparentados con el del vodevil de Montevideo que con el partido que jugó frente al Bolso en el Monumental.
En modo pitonisa, Demichelis había advertido en la previa del partido contra Talleres que aquella noche cordobesa se parecería mucho a un choque de Libertadores.
Casualmente o no, el resultado fue mellizo al del Gran Parque Central: River iba ganando como frente a Nacional y terminó igualando por errores, desconcentraciones pero también por la ausencia de líderes que mantuvieran los niveles saludables de tensión.
El síntoma se repitió en los dos superclásicos (1-1 en la fase regular de la Copa de la Liga, 2-3 en los cuartos de final), contra Independiente (1-1) y ante Argentinos (1-1). Todos partidos ante equipos de corte competitivo que, sumados a la igualdad, participan de la mezcla de un cocktail reflexivo.