Los investigadores han logrado mapear la ciudad bajo la selva gracias al escáner láser aerotransportado, mejor conocido como Light Detection and Ranging. O, simplemente, LiDAR, por sus siglas en inglés. El LiDAR, una técnica de teledetección que utiliza láseres pulsados y otros datos recogidos mediante sobrevuelos, permite generar modelos tridimensionales precisos de las características de la superficie, revolucionando la manera en que los arqueólogos exploran el pasado oculto.
Los pulsos de láser generan un mapa topográfico de manera similar a cómo un murciélago usa la ecolocalización: la luz láser se dispara desde un avión, rebota en los objetos del terreno y regresa al detector ubicado en la parte inferior de la aeronave. En México, aunque solo una pequeña fracción de los pulsos atraviesa la densa selca, la gran cantidad de pulsos emitidos permite que suficiente luz alcance el suelo, creando un mapa con una resolución de hasta un metro. Basándose en el tiempo y la intensidad de los pulsos de retorno, el detector puede trazar los contornos del terreno, revelando colinas, zanjas y antiguas ruinas cubiertas de vegetación. Esta tecnología también se está integrando en automóviles autónomos para ayudarles a evitar choques.
Aunque Auld-Thomas sabía que el lidar podía ser una herramienta valiosa, también era consciente de su elevado costo. Los financiadores suelen mostrarse reacios a invertir en estudios lidar en áreas donde no hay indicios visibles de asentamientos mayas, a pesar de que esta civilización alcanzó su máximo esplendor entre el 250 y el 900 d.C.
Los datos de lidar fueron recopilados en 2013 por la firma mexicana CartoData, utilizando un sensor Riegl LMS-Q780. El procesamiento estuvo a cargo del Woods Hole Research Center (WHRC), y los datos fueron puestos a disposición pública por la Alianza M-REDD+ (Walker 2015). El conjunto de datos incluye tres transectos y tres bloques de estudio. Los transectos tienen un ancho aproximado de 275 metros y una longitud total de 213 km, cubriendo un área de 58.3 km². Los bloques de estudio cubren un área total de 64.1 km², distribuidos en tres ubicaciones: al sur del pueblo de Xpuhil, cerca del sitio arqueológico de Río Bec; cerca de las aldeas de Dos Lagunas y Bel Ha; y cerca del pueblo de Ucum, en el norte de Campeche.
Los arqueólogos reconocen cada vez más que los trópicos y subtrópicos del mundo albergaron una gran variedad de formas urbanas en la antigüedad. Muchos de estos asentamientos seguían un patrón de dispersión espacial, comúnmente llamado “urbanismo de baja densidad”. Sin embargo, se está reconociendo que estos paisajes urbanos no eran uniformes, sino que presentaban importantes variaciones en la densidad de los asentamientos, tanto dentro de las ciudades como en sus alrededores y entre distintas subregiones.
Al mismo tiempo, la creciente cantidad de investigaciones ha revelado una mayor abundancia de asentamientos y ciudades de lo que se había contemplado previamente. Esto ha generado una tensión entre dos desarrollos: por un lado, el reconocimiento de una alta variabilidad en la densidad de los asentamientos y, por otro, la evidencia de un pasado más densamente urbanizado de lo que se creía.
Según el estudio, algunos investigadores sostienen que los paisajes descubiertos reflejan una alta densidad poblacional, mientras que otros sugieren que los estudios están sesgados y sobrerrepresentan las áreas más densamente pobladas. Esto deja abierta la pregunta de si las áreas aún no exploradas podrían confirmar la existencia de una mayor densidad urbana o mostrar una ocupación menos densa.