Cuando la semana pasada le preguntaron a la portavoz de Robert F. Kennedy Jr. (RFK Jr.) si algún problema de salud podría comprometer la aptitud del político para la presidencia de los Estados Unidos, Stefanie Spear fue clara: “Es una sugerencia hilarante dada la competencia”.
Claro, en noviembre competirá contra Donald Trump, de 77 años, y Joe Biden, de 81. Él tiene 70, pero el mostrarse atlético y fresco ante la población se convirtió en uno de los ejes de su campaña.
El hijo de Bobby y sobrino de John se presentará como candidato independiente en las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre. Como toda persona, a RFK Jr., conocido más allá de su árbol genealógico por su activismo antivacunas y por vincular a estas con las personas con autismo, no les son ajenas las enfermedades.
Cuando la vejez de los otros candidatos empieza a ser tenida en cuenta como artillería de campaña por Kennedy, el New York Times publicó un artículo en el que dio a conocer sobre una rara afección que lo tuvo a maltraer la década pasada.
Ni la hepatitis C, la disfonía espasmódica, sus problemas cardíacos o el proceso de quelación al que se sometió por envenenamiento por mercurio es tan extremo como lo que le pasó en 2010, cuando empezó a experimentar graves episodios de pérdida de memoria y confusión.
Ese año, RFK Jr. visitó a los mejores neurólogos del país para ver a qué se debía su malestar. Temía que pudiera ser un tumor. Y su miedo, por lo menos por unos días, se hizo realidad.
Según constató el Times en una declaración del propio Kennedy en 2012, varios especialistas que en ese entonces lo habían analizado con escáneres detectaron en su cerebro una mancha sospechosa que requería operación.
Pero Kennedy no llegó a la cirugía. Justo antes de subir al avión que lo iba a llevar al quirófano, un médico del Hospital Presbiteriano de Nueva York lo llamó para decirle que su problema podría tener que ver con un parásito muerto en su cerebro.
En la ya mencionada declaración -Kennedy la dio en contexto del proceso de divorcio de su segunda esposa en el cual alegó que sus problemas económicos se debían, en parte, a sus problemas cognitivos-, RFK Jr. admitió que su médico le había confirmado que la anomalía había sido causada «por un gusano que entró en mi cerebro, se comió una parte y luego murió”.
Fue entonces cuando sus problemas cognitivos empezaron a ser analizados con otra mirada. Ese año, Kennedy justo había tenido un problema de envenenamiento por mercurio por comer mucho pescado -sobre todo atún- y esa podía ser la causa.
Lo del parásito fue finalmente constatado por el propio RFK Jr. en conversación con el Times. Si bien nunca se supo qué tipo de parásito era ni dónde exactamente lo contrajo (él cree que durante unas vacaciones en Asia), varios especialistas que analizaron la descripción de Kennedy dijeron que podía tratarse de una larva de tenia del cerdo.
El político no sufrió efectos secundarios por la estadía del parásito en su cerebro. Tampoco se sometió a tratamiento. Sí mejoró su estado cognitivo al cambiar la dieta y al someterse a un proceso de quelación para eliminar los metales de su cuerpo.