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29 de junio de 2024
FM Del Condado
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Deportes

El ciclo Demichelis en River, en sus horas más difíciles: el futuro, atado a la Libertadores :: Olé



No es la primera vez en este tiempo que Martín Demichelis analiza una derrota de River como visitante con la frase “no fuimos lo que solemos ser”. Lo había dicho luego del 0-1 ante Argentinos Juniors, lo repitió el jueves tras la caída con Riestra. Y en rigor River es exactamente esto desde hace mucho. Lo que “suele ser” es esto, un equipo que de local, empujado por poco menos de 90 mil personas y en un campo de juego que conoce más que cualquier rival saca ventajas aún sin brillar y otro frágil, sin carácter, sin un funcionamiento de juego acabado, falto de liderazgo y de variantes cuando pasa los límites de Figueroa Alcorta y Udaondo. Ya no es siquiera una mirada, un análisis: es así. El contraste dentro y fuera del Monumental tiene números y rendimientos que son propios de un equipo que juega como local a 4.000 metros sobre el nivel del mar y baja al llano semana por medio a presentarse en condición de visitante. Lo grave, para River, es que ya no se puede hablar de una racha sino que la patología es estructural, identitaria, es la que define a esta era. En todo caso, lo que en ese contexto sí es más preocupante es que el problema no es nuevo, que incluso ya se dejaba ver desde el primer (y acaso mejor) semestre de este ciclo, pero que no sólo no se solucionó sino que se agravó dramáticamente en el último año. Y eso sin contar que, a diferencia de la temporada pasada, en este 2024 aún no ganó partidos contra rivales pesados en Núñez, de esos que son la vara para los duelos de vuelta de los playoffs de la Copa Libertadores: los más complejos, con Boca y Argentinos por la Copa de la Liga, terminaron en empates decepcionantes. El “se gana, se empata y se aprende” que tiene como mantra el entrenador hace rato que no parece funcionar: su River no aprende de sus propias derrotas, de sus propios déficits, y en cambio los repite, cada vez más, con mayor intensidad.

Así, el futuro está teñido de incertidumbre aún con una CL que se presenta como la mejor oportunidad en años por la ventaja que será definir cada serie en el temible Monumental, porque la final volverá será en Buenos Aires y muy probablemente en casa, porque los primos la mirarán por televisión. Lo que sí parece claro es que el ciclo Demichelis a esta altura no aguanta una piña en la Libertadores. Que ya no hay más lugar en los pies para pegarse tiros. Tiros que en el tramo final de un semestre olvidable fueron demasiados y condensados en muy poco tiempo: la única alegría del año para River -o acaso más desahogo que alegría-, que fue haberle ganado la Supercopa a Estudiantes, ya quedó lejos y la última imagen que dejó fijada el CARP para estos dos meses de receso es la de un equipo que encadenó papelones fuera de casa, eliminado y superado como no sucedía en más de una década por Boca en el superclásico más importante de esta era, humillado por un adversario de segunda categoría como Temperley que lo dejó afuera en los 16avos de la Copa Argentina, derrotado sin patear una vez al arco y con la cabeza gacha en La Paternal y desorientado en la última y dolorosa caída histórica ante Riestra en el Bajo Flores.

Aún con el propio Demichelis en el centro de la tormenta, no hay un único responsable para explicar el momento que vive River. Tampoco se salvan de la mirada de reprobación del colectivo riverplatense sobre el presente futbolístico jugadores en niveles bajísimos que no se revelan ante la adversidad y una CD que desaprovechó un mercado de pases clave en enero, que dio luz verde a la confección de un plantel falto de liderazgos fuertes y que por inacción también empieza a entrar en el foco de las críticas. En todo caso, el período de transferencias que empezó hace dos semanas será el partido que ahora debe jugar una directiva que hoy elige sostener al deté en su momento más frágil. Y el libro de pases es un partido que parte de un diagnóstico inicial de mínima arriesgado: salvo por Pezzella, las búsquedas de mercado de River no parecen ser de futbolistas que llegan para ser titulares de entrada entre un Ledesma que está pensado como alternativa futura a un Armani que por ahora seguirá en el arco, un Bareiro que si llega peleará un lugar con un Borja inamovible, una apuesta con proyección alta de un chico de 20 años como Valentín Gómez y la repesca de un Felipe Peña que deberá ganarse un lugar en la competencia con Villagra, Kranevitter y Fonseca. La pregunta que queda picando es si son eventuales refuerzos que cambiarían la ecuación de un equipo que perdió funcionamiento (que los únicos aprobados del semestre estén a los extremos del 11 en Paulo Díaz y un Borja que se inventa sus propios goles es elocuente en ese sentido) y líderes (que Simón, Fonseca, Sant’Anna y David Martínez hayan sido los últimos pateadores de penales contra Temperley fue una foto que dijo mucho, tanto como la de un González Pirez que terminó usando la cinta de capitán en la cancha de Riestra). Todo está por verse.

Lo cierto es que la serie de octavos de final contra Talleres arranca en dos meses en Córdoba y puede marcar demasiadas cosas: aún con el respaldo de la mesa chica dirigencial que maneja el fútbol, el ciclo MD ya no parece aguantar otro golpe pesado en la Copa. Es el resultado de una etapa que se sostuvo en estadísticas que casi siempre fueron la cáscara de una esencia cada vez más vacía y que quedó desnuda ante cada derrota. La buena noticia es que River todavía está a tiempo de cambiar.



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