Por distintos motivos y en diferentes momentos de la vida se atraviesan crisis personales. Cualquier situación traumática puede desencadenar una crisis, mover toda la estructura del aparato psíquico causando sufrimiento a quien la experimenta.
Hay etapas puntuales que implican algún cambio físico y relacional en la que debemos ajustar nuestra percepción del mundo a la expectativa social. Ejemplos clásicos son la adolescencia y la conocida crisis de los 40, en la que se supone que uno debe mostrar ya un perfil consolidado.
Pero hay otros períodos que nos obligan a responder preguntas y cuestionarnos si vamos bien o debemos ajustar nuestra vida a nuestros deseos y a los de los demás.
Así, a los 25 años suele producirse la llamada “crisis del cuarto de vida”, en la que esperamos y se espera de nosotros que evaluemos logros y fracasos, cuál es nuestro estado de bienestar y nuestra estabilidad emocional. Si nos sentimos cómodos con lo hecho hasta el momento, si tenemos sentimientos positivos y nos vemos motivados (o no), si hay desajustes, confusión o desequilibrio entre nuestras expectativas, nuestros proyectos, y la realidad.
Si estas cuestiones se manifiestan con angustia y afectan nuestra salud física o psíquica, o nuestras relaciones sociales, es evidente que hay crisis, asegura el sitio Terapias Barcelona.
Cuánto dura la crisis del cuarto de vida
Los años no vienen solos. Vienen con festejos y regalos, pero en cada etapa traen reflexiones sobre el escalón alcanzado en esta escalera que es la vida. Una escalera que a los 25 años se presenta aún larga por delante, pero que ya hemos subido lo bastante como para mirar atrás y evaluar si estamos firmes o tambaleando.
Seguramente a esta edad se está cerrando la etapa de formación y se espera de nosotros la consolidación laboral, la independencia económica y el encuentro con un mundo adulto más competitivo y menos compasivo.
Es una etapa de desafíos y de despedida de ciertas comodidades, rutinas temporales (como el año lectivo y las vacaciones), relaciones con compañeros de la misma edad y un sistema de recompensa y castigo por parte de padres y docentes, que conocían bien.
Los cambios que tienen que enfrentar pueden llevar a una crisis entre los 20 y los 30 años, y puede llegar hasta los 35. Por lo general dura alrededor de dos años, aseguran los psicólogos. Sentimientos como nostalgia, incertidumbre o ansiedad son síntomas típicos de toda crisis de edad, señala el portal Su Médico.
La Licenciada en Psicología de la Universidad de Granada Alicia Chica García, especializada en ansiedad y trauma, percibe que en ese cuarto de escalera empiezan a diluirse las certezas de los escalones previos y los escalones siguientes se ven turbios. Entonces, es común que una persona se sienta perdida e insegura, y atenta a aprender nuevos códigos para entender qué se espera de ella.
Con los años -aclara esta experta española-, esta crisis se profundiza más. Antes el estudio garantizaba salida laboral, hoy no tanto. A la inestabilidad económica generalizada se suma que hay mucha competencia por los puestos de trabajo. Y mientras las redes sociales muestran el éxito (nunca los fracasos) de sus pares, uno empieza a anidar en su soledad, inseguridad y cuestionamientos:
“¿Hice bien en elegir esta carrera”, “podré vivir de lo que elegí? La incertidumbre se vive en silencio para no reconocer el fracaso ante tanta fiesta de Facebook e Instagram. En muchos casos crece el consumo de drogas y alcohol y la tendencia a posiciones radicalizadas, aislamiento y ansiedad.
La intensidad y duración de la crisis depende de la solidez de la persona, sus habilidades y estrategias, del apoyo familiar y de su capacidad de pedir ayuda.
Es el momento de detenerse, pensar el camino a seguir, evaluar nuestros recursos y carencias, tomar fuerza y, si fuera necesario, recurrir a un psicólogo que ayude a transitar la crisis con paz interior para poder avanzar sin miedos ni bloqueos.