Una nueva ciudad maya perdida en la densa selva del sur de México ha sido descubierta, en pleno siglo XXI, desde la computadora de un estudiante de Arizona, en Estados Unidos. Bautizada como Valeriana, en honor a una laguna cercana de agua dulce, este asentamiento tiene todas las características de una capital política maya clásica: plazas cerradas, pirámides, un juego de pelota, un embalse y una disposición arquitectónica que sugiere una fundación anterior al 150 d.C., sostiene el estudio, publicado en la revista Antiquity.
¿Cómo fue posible que un estudiante en Arizona descubriera una ciudad maya en Campeche con una computadora e internet? La respuesta está en el mapeo láser. Hasta hace poco, la arqueología se veía limitada a lo que un investigador podía observar desde el suelo y con sus ojos. Sin embargo, la tecnología de detección y medición de distancias mediante luz, conocida como LiDAR, ha revolucionado este campo, permitiendo escanear regiones completas en busca de sitios arqueológicos ocultos bajo la densa vegetación o el concreto.
Viajemos en el tiempo. Es 1848 y el gobernador del departamento de Petén, Guatemala, Modesto Méndez, junto con Ambrosio Tut, un artista y cronista de la época, realizaron el redescubrimiento de Tikal, uno de los sitios arqueológicos más majestuosos de la civilización maya. En pleno siglo XIX, poco se sabía sobre esta cultura avanzada — que calculó los ciclos lunares, solares y venusinos, inventaron la escritura jeroglífica y el concepto del número cero sin apenas herramientas—. La densa selva tropical que rodeaba Tikal y su ausencia de caminos, hacía que fuera extremadamente difícil llegar a los vestigios. Pero, el gobierno guatemalteco decidió explorar y documentar su patrimonio cultural e ir al corazón de la jungla del Petén. Guiados por los rumores de los lugareños, machete en mano, cinta métrica y brújula, se adentraron a la selva del Petén en una misión casi imposible. Al llegar a lo que hoy es conocido como Tikal, Méndez y su equipo quedaron asombrados ante lo que vieron: gigantescos templos y pirámides, en su mayoría cubiertos por la selva. Las construcciones más imponentes, ocultas por la naturaleza, se elevaban sobre el dosel de los árboles. Tikal, aunque parcialmente enterrada, mantenía su majestuosidad y daba pistas del enorme tamaño de la ciudad.
La historia se repitió este año, 2024. En pleno siglo XXI. Pero, con algunas variaciones. Luke Auld-Thomas, estudiante de doctorado en la Universidad de Tulane, Estados Unidos, estaba explorando nuestra Biblioteca de Babel, es decir, Google. «Estaba en la página 16 de una búsqueda de Google cuando encontré un estudio LiDAR realizado por una organización mexicana para el monitoreo ambiental, el proyecto se llevó a cabo en 2013 por un grupo de ecologistas que estaban mapeando la distribución de la biomasa forestal en México. Básicamente, querían saber cuánta cantidad de carbono hay en los bosques de México y cómo está distribuido», explica Auld-Thomas, en entrevista con WIRED.